Siguiendo la Tradición de su Padre

¡A VOLAR, PALOMAS!

Viven 400 especies, oriundas de varios paises, en el viejo Barrio de Tacuba.

Grandes como un gallo parecidas a los pingüinos, con plumas en las patas simulando guantes, antes, de buches inflados, de alas rizadas, como pequeños pavos reales, con cabezas de pericos y las ya famosas mensajeras, son algunas de las palomas que se encuentran en el palomar más grande de la Ciudad de México, en el Barrio de Tacuba.  De Bagdad, España, Francia, China, Estados Unidos y otros países, la colombicultora Silvia Velázquez ha obtenido sus casi 400 palomas de fantasía, llamadas así por su ornato y belleza, que por más de 40 años ha seguido la tradición que su padre le inculcó por estas aves. Se queja porque en sus ocho palomares, en su casa de Tacuba, en la calle de Mar Negro, solo tiene 22 razas de las 200 que hay en el mundo.

 

«Desafortunadamente sólo hemos conseguido ésas, pero cuidamos que las razas no se degeneren porque preferimos calidad que cantidad», afirma al comentar sobre su afición. Velázquez dice que en el Distrito Federal sólo hay alrededor de 12 personas que se dedican a las palomas, pero que cuentan con 5 o 6 parejas de este tipo de aves, lo que la convierte en la máxima aficionada de la Ciudad. «Me he dedicado a ellas toda la vida, desde pequeña me gustaba cuidarlas y saber todo de ellas; mi papá comenzó su afición desde los ocho años y hasta su último día les dedicó tiempo y cariño. «Él llegó a juntar más de mil reconocimientos de todo el mundo», platica al recordar que hace casi un mes, a los 84 años de edad, don Manuel dejó de existir. Velázquez, nombrada desde hace seis meses como la delegada de la Federación Española de Colombicultores en México, explica la reproducción de las palomas. Dice que cada tres meses empollan sólo dos huevos, de los cuales uno será macho y el otro hembra.

 

El macho nace siempre un día antes que la hembra y será hasta que los pichones puedan comer solos cuando la madre empolle de nuevo. Los cuidados, comenta Velázquez, son aparentemente simples, pues con que estén limpias y frescas, sin que les dé el aire del norte, protegidas del frío y con una buena alimentación, es más que suficiente para que estén sanas. «Cada ocho días les ponemos tinas para que se bañen, teniendo buena alimentación no hay problema, diario las limpian y no tienen corucos», afirma. Platica que los palomos más enamoradizos son los buchones españoles, también llamados don juanes, pues cuando ven a una hembra hacen «todo lo posible» para invitarlas a su nido.

Por Cynthia Rodríguez / Reforma MX mar/1995 / De Silvia Velázquez para la Palomería.

*- ENTREVISTA A SILVIA VELÁZQUEZ.

 

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